Tango – I Por Juan Carlos Gutiérrez

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Hablar de tango es ir más allá de un estilo musical y una forma de baile. Es referirse a un fenómeno social, literario y artístico que actualmente está considerado por la UNESCO como Patrimonio Cultural de la Humanidad. A ese grado llega la importancia de esta música que se va extendiendo por el orbe con toda profundidad y se fusiona con las culturas locales. Nadie sabe el día exacto del nacimiento del tango, pero se acepta que fue creado en la zona del Río de la Plata, entre las fronteras de Argentina y Uruguay entre 1850-90. No vale la pena intervenir en la eterna discusión sobre su origen Argentino o Uruguayo: a lo largo de décadas han surgido estudios que aportan datos en uno u otro sentido y la pugna parece no resolverse de ninguna forma.

Yo prefiero pensar que esta corriente artística tiene alcance universal, ya que se escribe se canta o se baila lo mismo en nuestras calles, academias y restaurantes que en palacios. El tango se ha filtrado hasta entornos que antes eran reservados para la música “culta”. Recuerdo por ejemplo, que la orquesta de don Osvaldo Pugliese -uno de los grandes compositores de tango en Argentina- llegó a presentarse en el Teatro Colón de Buenos Aires, donde sólo se abría la puerta para las grandes obras clásicas.

El origen rítmico tanguero fue el mestizaje de la música que trajeron consigo los esclavos negros que estuvieron cautivos en las Pampas Argentinas con la música indígena y con los aportes musicales de los inmigrantes europeos que fueron poblando la zona del Río de la Plata a finales del siglo XIX. Los primeros tangos se han perdido y no hay registro sonoro, aunque eran interpretados por agrupaciones musicales sencillas (guitarras, flauta, violín). De estas primeras composiciones tampoco se conserva su música o la letra. Solamente sobreviven algunos títulos que sugieren que en sus orígenes el tango se bailó y cantó en prostíbulos o lupanares (por ejemplo, con títulos de las canciones en doble sentido de fuerte alusión sexual). Sin embargo, la música se extendió más allá de esos ambientes para entrar sorpresivamente en salones de baile, plazas y espacios públicos. De esta forma, el tango convocó a un grupo creciente de compositores, poetas y bailarines que le dieron su sitio en la música popular cuando la corriente artística fue reconocida y ganó su sitio en la sociedad.

En la cultura, en la poesía y en las letras del tango se tienen presentes los arrabales de Buenos Aires, donde se gestó parte de su historia y nació el estilo de baile que lo caracteriza. Su entorno natural era de inmigrantes, peleas de compadritos en barrios bravos, donde arriesgar la vida por un amor de paso era cosa habitual.

A pesar de su origen humilde, la conexión con Europa fue un elemento que inició la andadura mundial de este género musical. Su caminar tuvo como puerta de entrada París, ciudad que acogió al tango a través de hijos de familias pudientes que iban allá desde Argentina y Uruguay para estudiar, o pasar un tiempo en los lugares de origen de sus ancestros. En los salones de baile parisinos el tango causó furor y a pesar de ser considerado una danza prohibida, se reivindicó para ser eventualmente un baile refinado que se extendió por Europa y el mundo.

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Ya para las primeras décadas del siglo XX el tango se bailaba abiertamente en América, en ‘almacenes’, ‘confiterías’ y bares, en sitios de reunión donde había música en vivo. Desde esos lugares inició la historia de grandes compositores como Manzi, Contursi, Troilo, Pugliese, Discépolo y muchos más. En nuestro país existió una gran cultura de tanguera coincidente con la de Argentina, al grado tal que se hicieron grabaciones de artistas Mexicanos en Estados Unidos, mucho antes de que el mismo Carlos Gardel (máximo exponente mundial del género) las pudiera realizar. Sin embargo la evolución musical en México se encausó posteriormente hacia boleros, danzones y otros géneros, con lo que el tango se desdibujó en el horizonte musical de nuestro país.

Actualmente el tango renace y se escucha, se baila o se compone en todo el mundo: desde los Balcanes hasta Granada, desde Finlandia a Japón, o de México a Inglaterra. Recientemente se celebró el Campeonato Mundial de tango en Argentina. El género musical ha seguido evolucionando en forma constante, a tal grado que una estimación conservadora sitúa en medio millón las composiciones creadas a la fecha. Seguramente Ud. apreciable lector, amable lectora, ha cantado o silbado un tango por ahí: caminando por la calle, en su casa y tal vez escuchó alguno en la radio o la TV. Quizá se ha sorprendido con una letra que creía que era bolero, para enterarse que originalmente fue una composición tanguera de barriada y arrabal.

A partir de la década de los 60s y con el bandoneonista Astor Piazzolla (el bandoneón es el instrumento que parece acordeón, pero de doble botonadura, usado en las orquestas típicas de tango), se gestó el llamado “Tango Nuevo” con el cual se exploraron líneas melódicas, síncopas y armonías que antes se reservaban para la música clásica. Una variante moderna que deriva del Tango Nuevo es el “Tango Electrónico” con la misma base rítmica, pero que se interpreta combinando instrumentos tradicionales con recursos electrónicos y sintetizadores. Muchas veces se mezclan voces y música de grandes orquestas de antaño.

Como señalé, una ‘milonga’ es el nombre de la reunión festiva donde se baila tango de acuerdo con ciertos códigos de comunicación y de evolución en la pista por los danzantes. Normalmente se baila en círculos siguiendo un movimiento contrario a las manecillas del reloj y el baile se realiza mediante la improvisación (o ‘marca’ como se le conoce, normalmente asignada al varón) que lo caracteriza: todas las parejas bailan sin previo acuerdo de pasos o coreografía y van creando al vuelo su interpretación dancística.

Hemos dado un recorrido a vuelo de pájaro por esta historia y les hago de nuevo la invitación para acercarse a la cultura, a aprender con los maestros que imparten clases en la ciudad, o asistir a una de las milongas que se organizan con frecuencia. Será esta una buena oportunidad para dejarse envolver por una pasión inusitada a través de la música y el baile.

Mi tango favorito: “Corazón encadenado” de Francisco Canaro. Canta Oscar Larroca con la Orquesta Alfredo de Angelis (1956).

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